Hace mucho que dejé de tender la ropa al aire libre, ventilándose y aireándose con la brisa y el viento. Supongo que esto no solo me pasa a mí sino a la mayoría de los seguidores. Las casas ya no preveen azoteas o patios donde tender la ropa y hay que secarla en secadoras. Hemos perdido los colores naturales, el blanco ya no es blanco. Me han regalado dos sobres de «azulete» de los que antaño se usaran para blanquear la ropa. Me ha hecho tanta ilusión que me ha traído añoranza del día de Reyes cuando nos levantábamos a ver qué nos habían dejado los Magos de Oriente. Ahora solo hace falta que el producto devuelva a las deslucidas prendas ese blanco azulado.
El azulete es un pigmento proveniente del cobalto que a lo largo de la historia se encuentra asociado a la pintura y a la lavandería. Hoy, debido a las aplicaciones industriales, esta pigmentación artesanal tiende a desaparecer. Sin embargo, iniciativas como las llevadas a cabo en el lavadero de Valderrobres, rescatan del olvido los procesos tradicionales de las técnicas de pintado.
Hoy doy un giro al blog con este relato tan bien conducido por Marian sobre sus memorias de infancia en Balmaseda( Vizcaya). Es un relato alegre, limpio y sonoro por el que se cuela la vida a raudales. Un relato que nos retrotae a todos en el tiempo, recordando ese ciclo vital, la infancia, a la que siempre estamos regresando para no perder el niño que todos llevamos dentro. Gracias, Marian, por compartir algo tan bello. Ojalá y este relato sea la puerta de entrada a otros muchos que nos envíen nuestro seguidores.
Relato de Marian Escudero
Nací y viví en Balmaseda (Vizcaya) hasta lo siete años.
En este pueblo nacieron también mis primeras sensaciones, mis primeros recuerdos de una infancia feliz. Es un pueblo hermoso atravesado por el río Cadagua,
un afluente del Río Nervión que nace en los Montes de Ordunte.
Asimismo, por allí pasan otros dos afluentes del Cadagua Es un paisaje de gran belleza con unos campos de zarzamoras,
brezos
juncos, plantas silvestres silvestres y una variedad enorme de florecillas y tilos centenarios
que en los días calurosos nos proporcionaban sombra.
Era un escenario idóneo para tender la ropa al sol
y soltar a los niños sin ningún peligro.
En aquella época , no había agua corriente continua en las casas. La daban durante unas horas por lo que en todas las casas había unos grandes depósitos que se llenaban mientras el agua subía a las viviendas. Debido a ello, muchas mujeres se ganaban la vida como lavanderas.
Eran mujeres fuertes, con gran resistencia al trabajo, sencillas y humildes, generalmente con muchos hijos, que con su trabajo aportaban un salario exiguo a su necesitada familia. Gritonas, enredadoras, alegres y chismosas, donde estaban se hacían notar.
Mientras vivi en Balmaseda, hasta los 7 años, muchas tardes de vacaciones de verano las pasaba con Concha, la tata de mis abuelos maternos. Concha buscaba a sus amigas las lavanderas para charlar y enterarse de los últimos chismorreos del pueblo. Yo jugaba con sus hijos, de todas las edades. Aquellos niños eran diferentes a los que habitualmente yo estaba acostumbrada, hijos de amigos, compañeros del colegio…..yo les encontraba extraordinariamente alegres y valientes pues trepaban a los tilos para recoger sus hojas con una gran facilidad…pero sobre todo me encantaban sus juegos. El rio era el centro de nuestros juegos junto con la recolecciónde plantas y flores.Cogíamos zapaburus (renacuajos) e incluso con improvisadas cañas con un alfiler doblado a modo de anzuelo llegábamos a pescar….y es auténtico! ,…siempre más arriba de donde estaban sus madres lavando, ya que estas ensuciaban el agua, con la lejia de la ropa blanca, el jabón, el añil
Había algunas niñas mayores que yo y con ellas era diferente. Con los juncos hacíamos trenzas y con ellas coronas queadornábamos con diferentes flores. Estábamos preciosas, eramos haditas que habían ido al arroyo a bañarse o princesas que habitaban en un maravilloso castillo. Recuerdo el olor que desprende el tilo (ezkia) al atardecer y como caían las tilas con sus hojitas pequeñas dando esos revoloteos que parecen pequeños paracaidas ….pero sobre todo recuerdo los barquitos que hacíamos con sus hojas y con los juncos que una vez terminados y en perfecto orden los dejábamos en el agua y nos quedábamos embobados mirando como los arrastraba la corriente. Otro juego eran los tesoros. Pero teníamos que tener un trocito de cristal para poder hacerlo. Así que me tuve que hacer amiga de Máximo, un zapaterogruñón
que tenía fama de no tener amigos por su carácter irascible y que tenía su zapateria justo debajo de mi casa. Me gustaba sentarme a su lado mientras él trabajaba y se me encogía el alma cada vez que cogía un puñado de clavos y se los metía en la boca para ir sacándolos de uno en uno e ir componiendo a golpe de martillo la suela de los zapatos. . Yo decía que se iba a morir y el se echaba a reir. Recuerdo el olor del cuero de la zapatería y el olor penetrante de las gomas que utilizaba para pegar el calzado, y el golpe del martillo al pegar sobre el clavo…Le llamaban en el pueblo «ojo breca»…por un ojo blanco que tenía y que le daba un aire siniestro.
Cuando Máximo me daba trozos de cristal, los utilizaba creo que para hacer algo en el cuero, yo los guardaba y cuando tenía unos cuantos, si íbamos al río, los llevaba.
Hacíamos un bocho (agujero) en la tierra, poníamos una base de hojas, de musgo, de un papel de plata de los que venían envueltos los bombones….y pétalos de flores, o florecillas silvestres de las que crecian en la orilla del río y el cristal encima tapándolo todo. Luego lo cubríamos con la tierra y poníamos una señal para encontrar el lugar donde estaba enterrado nuestro tesoro. Era un juego de secretos ….solo se enseñaba a los amigos dóde estaba tu tesoro,….el corázón te latía cuando lo encontrabas y era precioso verlo ….pero ay! que espanto…qué decepción cuando encontrabas tu tesoro destruido….
Y todo ello se mezcla con el olor del río ,de junco, de hierbabuena, con olor a cuero, a goma de pegar, a olor a jabón y lejía . A río que canta con su canción suave y melodiosa, a golpe de martillo tac-tactac-tactactac …y de nuevo…música, ritmo, movimiento….la vida discurriendo entre risas de niños y voces de lavanderas. Aprendiendo a recibir pequeñas alegrías y frustraciones. Aprendiendo a vivir por MªÁngeles Escudero Uriarte